miércoles, 27 de febrero de 2013

Parón temporal en ''Historia sin nombre''.

¡Hola a todos! Cómo habéis leído en el título, Historia sin nombre va a tener un parón temporal. ¿La razón? Me quita tiempo e imaginación, y prefiero escribir el primero libro de Caído del cielo , ya que mucho tiempo precisamente no tengo. Pero prometo volver, en serio D: Les he cogido cariño a los personajes, sobre todo a Elías y Kendra (pero eso es secreto eh, shhh), y no quiero que esto acabe aquí. Gracias por haber leído ^^

miércoles, 2 de enero de 2013

Capítulo 3 - Historia sin nombre


Se toma un ibuprofeno acompañado de un largo trago de agua. Acto seguido sale al pequeño balcón que hay al fondo del salón.
El día está nublado, y hace demasiado frío para su gusto. No es un domingo especialmente agradable. La resaca, el hecho de que tiene que pasarse el día estudiando… y un recuerdo algo borroso.
Se había pasado toda la mañana pensando en Marina. Intentaba sacar algo de aquella bruma que le impedía ver con claridad todo lo ocurrido. También había maldecido la borrachera y el porro que se fumó a medias con Adam. Incluso se prometió a sí mismo dejar de fumar, y eso que sólo lo hacía cuando no tenía más remedio que aparentar.
Recordaba su pelo rubio ceniza, el rubor de sus mejillas y lo bien que le quedaba su chupa de cuero. También lo borde que había sido con él en un principio, y recuerda vagamente haberla besado.  Sonríe al recordar esto último. Y hasta ahí llegan sus recuerdos. Aquella chica era genial, sin duda.
Suspira. La verdad es que no esperaba encontrarse con ella. Apenas recordaba esos detalles, pero tenía algo. Algo especial. Y único.
Algún día, dentro de no mucho, se encontrará con ella. Está seguro. Haría todo lo posible para poder encontrarla. Aunque tenga que recorrer medio mundo para ello.
Pero ese día no. Tiene que estudiar, estudiar y estudiar. La universidad es mucho más complicada de lo que pensaba, y no quiere que su nota se vea afectada por su vida privada. Bastante tenía ya con sus dificultades a la hora de aprobar. Aunque tenía que reconocer que había escogido medicina porque le apasionaba. Tenía intenciones de ser neurocirujano, cosa que muchas veces provocaba la risa de sus amigos. Pero no le importaba. Era bastante incomprendido por ellos, pero no eran malos chicos. Tal vez por eso los aguantaba. Aunque no le hacía demasiada gracia el hecho de que pasaran de todo.
Como ahora mismo, por ejemplo. Se encontraba cada uno en su habitación, durmiendo hasta que no tengan más remedio que levantarse con un dolor de cabeza infernal y una sed peor que si estuvieran en el mismísimo desierto del Sáhara. Y él tendría que escuchar cómo todos y cada uno de ellos se han tirado de una forma u otra a alguna chica.
Y seguramente también tendría que inventarse alguna historia, como cada fin de semana. Solían ser muy repetitivas, pero como ellos estaban más concentrados en sus propias historias no parecían poner mucha atención.
Sale del balcón y entra en su habitación. Se sienta en la silla junto al escritorio y empieza a sacar libros y apuntes. Mejor estudiar ahora que sus amigos dormían; después sería imposible.
Estuvo así varias horas. Para comer se hizo un sándwich con lo primero que vio en la nevera y siguió así hasta las cuatro de la tarde, hora en la que uno de sus amigos dio señales de vida.
Escucha detenidamente como sale corriendo hacia el cuarto de baño y como abre el grifo para acabar bebiendo agua a morro. Seguro que es Javi. No hay tío más bruto que él en el mundo. Cuando termina de beber agua, corre hasta su habitación y la aporrea.
-¡Elías! ¿Dónde están los ibuprofenos?
-El último me lo tomé yo, Javi – dice con voz cansada.
-¡Serás cabrón! Me voy a buscar una farmacia.
-Buena suerte – le desea. Se está divirtiendo mucho con la escena.
Escucha de lejos cómo Javi maldice en voz alta. A este paso despertará a los otros dos, y ya se acabó su plan de estudio. Aunque estas horas le han venido muy bien.
Media hora después, Javier llega a su piso. En el salón se encuentran sus tres mejores amigos. Tal y como había predicho Elías, sus dos amigos se despertaron con el ruido que hacía Javi. Más bien con su portazo final. Y ya no le quedó más remedio que dejar los estudios para esa misma noche.
Están hablando de lo que hicieron la noche anterior, justo después de separarse.
Cada uno cuenta su historia con énfasis, exagerando bastante y sin faltarle un solo detalle. Cuando le preguntan a Elías, vuelve a contar la historia que dijo  el mes anterior: una chica despampanante que le había hecho de todo en su casa. Sólo que esta vez era rubia, no pelirroja como suele decir.
Tienen totalmente prohibido llevar a sus rollos de una noche allí. Es ‘’su guarida secreta’’, y lo que menos les apetece es que alguna loca se obsesione con aquel lugar. Por eso siempre se lo montan en cualquier otro sitio. También está el hecho de que es un piso de chicos, es decir, está todo patas arriba.
Cuando terminan, Adam y Elías se ponen a jugar a la Play. Juegan al Tekken, juego que pertenece al primero de ellos. Elías gana por paliza.
-Quiero la revancha – dice cuando ve que ha perdido el último combate.
-Cuando quieras.
-Ni se os ocurra jugar ahora  - interrumpe Manuel -. Ahora toca ver el fútbol.
Los chicos apagan rápidamente la Play y ceden la televisión.
Aunque a veces no los aguante, no sería nada sin ellos.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Capítulo 2 - Historia sin nombre

Mira atentamente la pantalla del ordenador mientras suspira. Un punto verde y su nombre en la lista le confirman que está conectado. Ella nunca se atrevería a hablarle, pero le reconforta de cierta manera verlo ahí.
Desvía la vista hacia el escritorio. Observa aquel retrato detenidamente, buscando algún error. Apenas lleva unos meses practicando y siente que lo hace fatal. Pero no piensa desistir. Algún día será una buena dibujante. Está convencida de ello. Cierra los ojos y se los frota. Permanece así un rato, hasta que un ruidito molesto le indica que alguien le ha hablado. Protesta en voz baja. Odia que la interrumpan de esa forma.
Cómo no, es Carlos. No piensa contestar. Lee rápidamente lo que le ha escrito y cierra la conversación. Pero él sigue escribiendo. ¿Cuándo piensa dejarla en paz?
Coge otro folio y se dedica a hacer garabatos sin sentido. También escribe varias letras de canciones y frases de los libros que se ha leído últimamente. Cuando se arma de valor, lee y relee la conversación hasta casi sabérsela de memoria.
Carlos:
Hola...
¿Por qué pasas de mí? Ya estoy harto de ver cómo nuestra relación no avanza.
Y no entiendo por qué sigues sin querer hablarme, como tampoco entiendo lo que te llevó a pensar que no siento nada por ti.
Aunque en el fondo la culpa es mía. Pensé que lo nuestro duraría para siempre.
Te echo de menos, Kendra.
Y te sigo queriendo.
Mientras lo lee por última vez, el chico se desconecta.
Cierra la pantalla de su ordenador. La tapa es del mismo tono de morado que su pelo. Tal vez por eso se lo compró. Y también para otras cosas. Cosas de las que ahora se arrepiente profundamente.
Empieza a llorar. Lo hace silenciosamente, para que nadie pueda oírle. No quiere que nadie se entere de la existencia de Carlos.
Se tumba en la cama, de lado, y empieza a respirar lentamente. Poco a poco, las lágrimas van terminando, cosa que no hace más que darle sueño. Pero todavía no quiere dormir, así que se levanta y mira su rostro en un espejo con forma de estrella que hay colocado en su habitación. Tiene los ojos hinchados, la nariz roja y el verde de sus ojos parece haber perdido brillo. No le importa. Esta va a ser la última vez que llore por Carlos. ¿Cuántas lágrimas ha derramado ya por él? Prefiere no saberlo. Mira la hora en su reloj de pulsera. Es bastante tarde, así que sale de su habitación con la esperanza de que estén todas dormidas. Entra en el baño y se limpia la cara. Sigue estando fatal, pero no le importa. Esto le sirve para despejarse un poco.
Una vez en la cama, coge su manoseado ejemplar de ¡Buenos días, princesa! Adora ese libro. Se siente feliz leyéndolo, como si su destino también pudiera cambiar de esa forma. Sueña a menudo con algo así. Bosteza. Serán algo más de las tres de la madrugada. Apaga la luz y se mete bajo las mantas.

Ha sido una noche sin sueños. O al menos, sin ningún sueño que recordar. Una vez escuchó algo así como que se sueña toda la noche. Pero ella casi nunca recuerda nada. Tampoco es que tenga muchas cosas por las que soñar
Se oyen varios gritos. Kendra sabe a quién pertenecen. Su compañera de piso había pasado la noche con su novio en su habitación, por lo que estaba escuchando lo que venía a ser un polvo mañanero casi a las doce de la mañana.
Resopla. La verdad es que le da algo de envidia. Y encima Fran es tan bueno con Audrey...
Aunque él no es, ni de lejos, el chico por el que se pasa la mayor parte del día suspirando.
Piensa que algún día podía pasarle a ella, que nada es imposible, y mucho menos esto. Tendría un chico que le dijera que la quería. Pero no se lo cree. Ella no es como los demás, y eso implica que tampoco le va a pasar nada cotidiano.
Sigue oyendo gritos así que se viste y sale de su habitación. En la cocina se encuentra a Mica, su otra compañera de piso. Se está tomando un café mientras estudia. Ella tan responsable como siempre.
-Buenos días, Mica.
-¡Buenos días! ¿Quieres uno? - pregunta alzando la taza. Ella niega con la cabeza.
-Prefiero ir a algún sitio a desayunar. No hay quien duerma con este ruido...
-Tienes razón – dice soltando una risilla nerviosa -. Yo pasaré la tarde en la biblioteca, por si te aburres. Podríamos ir a algún sitio.
-Sí, por qué no.
Dicho esto, prepara algunas cosas y sale a la calle. Hoy prefiere bajar por las escaleras para poder mover las piernas.
Sigue con la pequeña esperanza de que su futuro puede cambiar. Aunque, de momento, no sabe la razón que tiene.

martes, 25 de diciembre de 2012

Capítulo 1 - Historia sin nombre

La música suena demasiado alta. Pero sólo a ella parece molestarla. Ya está harta de bailar. Le duelen los pies, está borracha y se siente horriblemente sola. Y eso, a sus dieciséis años, es un poco triste. Mira a su alrededor, pero no encuentra a nadie conocido. ¿Dónde estarían sus amigas? No era justo. Quiere irse a casa. Sus amigas se han ido sin ella otra vez, y a ella le toca volver sola.
Que les den, piensa mientras se dirige a alguna de las salidas de esa discoteca. Va abriendo el camino a empujones, con la esperanza de que la gente esté demasiado borracha como para darse cuenta. Pero uno de ellos le devuelve el empujón con fuerza, tanto que hubiera caído al suelo de no ser porque alguien la sujeta.
-¿Estás bien? - le pregunta la voz de un chico.
-Sí. Lo siento, yo... - intenta disculparse, pero se queda sin decir nada. Quién sabe lo que puede decir estando así.
Se suelta rápidamente y sale al exterior. Hace algo de frío, aunque le viene bien para bajarse un poco la borrachera. Camina lo más rápido que le permiten aquellos tacones. Detrás se oye algunas risas. Se gira y ve a un chico más o menos de su edad. Tal vez algo mayor. Lo mira con el ceño fruncido.
-¿Quién coño eres y qué coño quieres? - le dice lo más borde que puede.
-¿Tan rápido te olvidas de la gente?
Reconoce esa voz. ¡Era el chico que la sujetó antes en la discoteca! Pero, ¿qué hace allí?
El chico se acerca a ella mientras ésta contiene el aliento. Es guapísimo. Tiene las facciones marcadas, y no puede evitar quedarse mirando sus labios carnosos, subiendo poco a poco hasta llegar a su pelo corto. Si intentaba aparentar ser un malote, ese color de pelo no ayudaba mucho.
-Perdona, no te vi bien en la discoteca.
-No me extraña – dice, echándose a reír.
-Muy gracioso. ¿Por qué me sigues?
-Temía por tu seguridad – contesta lo más serio que puede, aunque se le escapa una sonrisilla -. Enserio, tienes muy mala pinta.
-Pues muy bien – dice, volviendo a caminar. Eso ya lo sabía. ¿Qué se creía ese listillo?
Sigue caminando junto a ella, sonriendo. Intenta ir rápido, pero en apenas unos minutos comienza a marearse. Opta por meterse en un parque cercano que está completamente vacío. Se sienta en uno de los bancos y respira hondo.
-¿Estás bien? - le pregunta por segunda vez esa noche.
-Déjame en paz, idiota.
-Oye, no soy ningún idiota. Me llamo Elías. Y estoy vigilándote para que no te pase naaaada – dice, alargando mucho la última palabra. Se nota que va algo bebido.
La chica empieza a tiritar. Elías se da cuenta y le pone su chaqueta de cuero negro por encima. Huele a humo, a su perfume y a varios perfumes de mujer.
-Gracias – murmura. Yo me llamo Marina y, la verdad, no creo que estés aquí sólo para vigilarme.
-Vaya, eres más lista de lo que pensaba – bromea -. Bueno, podría decirte que persigo mis sueños, pero por ser tú te contaré la verdad.
-Adelante – dice, cansada.
-Esta noche he salido con mis amigos, a una de las horribles discotecas de por aquí. Todos estaban bebidos y algo fumados. Reconozco que yo también lo estoy un poco – dijo riendo -. Y, antes de darme cuenta, ya se habían ido todos con alguna chica desesperada a tirársela en cualquier sitio, por lo que decidí marcharme. Bueno, eso hasta que la chica más guapa de la discoteca cayó en mis brazos. Entonces decidí seguirla para ver si tenía alguna oportunidad.
-¿Entonces estás aquí porque quieres una noche de sexo?
Elías no puede contener la risa ante esa pregunta.
-Claro que no, Marina. Yo no soy como ellos, ni tú como ellas. O eso creo. De momento, me conformo con esto – dice mientras le aparta el pelo de la cara.
Le acaricia la mejilla y se acerca hasta que la besa dulcemente. Marina se queda petrificada. ¿Qué se creía ese tío? ¿Por qué besaba tan bien? ¿Por qué no intentaba pararle?
Esas respuestas no llegarían hasta unos días más tarde.

¡Bienvenidos! :D

En este blog voy a escribir, de momento, una historia. Una historia que trata sobre algunos adolescentes, su vida y sus problemas a la hora de encontrar el amor. Intentaré subir fragmentos o capítulos siempre que pueda, y también intentaré hacer algunas cosillas más.
Espero que os guste ^^
PD: La historia, de momento, no tiene nombre. Es algo que siempre se me ha dado muy mal xD Espero tener un nombre lo antes posible :3
¡Besos!