Se toma un ibuprofeno acompañado de un largo trago de agua.
Acto seguido sale al pequeño balcón que hay al fondo del salón.
El día está nublado, y hace demasiado frío para su gusto. No
es un domingo especialmente agradable. La resaca, el hecho de que tiene que
pasarse el día estudiando… y un recuerdo algo borroso.
Se había pasado toda la mañana pensando en Marina. Intentaba
sacar algo de aquella bruma que le impedía ver con claridad todo lo ocurrido.
También había maldecido la borrachera y el porro que se fumó a medias con Adam.
Incluso se prometió a sí mismo dejar de fumar, y eso que sólo lo hacía cuando
no tenía más remedio que aparentar.
Recordaba su pelo rubio ceniza, el rubor de sus mejillas y
lo bien que le quedaba su chupa de cuero. También lo borde que había sido con
él en un principio, y recuerda vagamente haberla besado. Sonríe al recordar esto último. Y hasta ahí
llegan sus recuerdos. Aquella chica era genial, sin duda.
Suspira. La verdad es que no esperaba encontrarse con ella.
Apenas recordaba esos detalles, pero tenía algo. Algo especial. Y único.
Algún día, dentro de no mucho, se encontrará con ella. Está
seguro. Haría todo lo posible para poder encontrarla. Aunque tenga que recorrer
medio mundo para ello.
Pero ese día no. Tiene que estudiar, estudiar y estudiar. La
universidad es mucho más complicada de lo que pensaba, y no quiere que su nota
se vea afectada por su vida privada. Bastante tenía ya con sus dificultades a
la hora de aprobar. Aunque tenía que reconocer que había escogido medicina
porque le apasionaba. Tenía intenciones de ser neurocirujano, cosa que muchas
veces provocaba la risa de sus amigos. Pero no le importaba. Era bastante
incomprendido por ellos, pero no eran malos chicos. Tal vez por eso los
aguantaba. Aunque no le hacía demasiada gracia el hecho de que pasaran de todo.
Como ahora mismo, por ejemplo. Se encontraba cada uno en su
habitación, durmiendo hasta que no tengan más remedio que levantarse con un
dolor de cabeza infernal y una sed peor que si estuvieran en el mismísimo
desierto del Sáhara. Y él tendría que escuchar cómo todos y cada uno de ellos
se han tirado de una forma u otra a alguna chica.
Y seguramente también tendría que inventarse alguna
historia, como cada fin de semana. Solían ser muy repetitivas, pero como ellos
estaban más concentrados en sus propias historias no parecían poner mucha
atención.
Sale del balcón y entra en su habitación. Se sienta en la
silla junto al escritorio y empieza a sacar libros y apuntes. Mejor estudiar
ahora que sus amigos dormían; después sería imposible.
Estuvo así varias horas. Para comer se hizo un sándwich con
lo primero que vio en la nevera y siguió así hasta las cuatro de la tarde, hora
en la que uno de sus amigos dio señales de vida.
Escucha detenidamente como sale corriendo hacia el cuarto de
baño y como abre el grifo para acabar bebiendo agua a morro. Seguro que es
Javi. No hay tío más bruto que él en el mundo. Cuando termina de beber agua,
corre hasta su habitación y la aporrea.
-¡Elías! ¿Dónde están los ibuprofenos?
-El último me lo tomé yo, Javi – dice con voz cansada.
-¡Serás cabrón! Me voy a buscar una farmacia.
-Buena suerte – le desea. Se está divirtiendo mucho con la
escena.
Escucha de lejos cómo Javi maldice en voz alta. A este paso
despertará a los otros dos, y ya se acabó su plan de estudio. Aunque estas
horas le han venido muy bien.
Media hora después, Javier llega a su piso. En el salón se
encuentran sus tres mejores amigos. Tal y como había predicho Elías, sus dos
amigos se despertaron con el ruido que hacía Javi. Más bien con su portazo
final. Y ya no le quedó más remedio que dejar los estudios para esa misma
noche.
Están hablando de lo que hicieron la noche anterior, justo
después de separarse.
Cada uno cuenta su historia con énfasis, exagerando bastante
y sin faltarle un solo detalle. Cuando le preguntan a Elías, vuelve a contar la
historia que dijo el mes anterior: una chica
despampanante que le había hecho de todo en su casa. Sólo que esta vez era
rubia, no pelirroja como suele decir.
Tienen totalmente prohibido llevar a sus rollos de una noche
allí. Es ‘’su guarida secreta’’, y lo que menos les apetece es que alguna loca
se obsesione con aquel lugar. Por eso siempre se lo montan en cualquier otro
sitio. También está el hecho de que es un piso de chicos, es decir, está todo
patas arriba.
Cuando terminan, Adam y Elías se ponen a jugar a la Play.
Juegan al Tekken, juego que pertenece al primero de ellos. Elías gana por paliza.
-Quiero la revancha – dice cuando ve que ha perdido el
último combate.
-Cuando quieras.
-Ni se os ocurra jugar ahora
- interrumpe Manuel -. Ahora toca ver el fútbol.
Los chicos apagan rápidamente la Play y ceden la televisión.
Aunque a veces no los aguante, no sería nada sin ellos.
Me gusta mucho tu historia y tu piso de "chicos". Es gracioso que inventarse cada mañana esa historia de la que hablas sea necesario. Pasate cuando quieras por mi blog =) Un saludo.
ResponderEliminar¡Hola! Muchísimas gracias :D Es que Elías es más reservado que los demás ^^ ¡Clarom! :3 Le echaré un vistazo cuando pueda :D
EliminarBesos<3
Hola! Me encanta tu historia! jajaja es muy buen argumento :3 Y me encanta Elías, pero me perdí con lo de Kendra (?) Pasate por mi blog si quieres :3
ResponderEliminar¡Hola! :33 Muchas gracias ^^ Es que tenía pensado hacer otras cosillas con Kendra xD Y siento decirte que hasta que no acabe de escribir mi otra historia http://caidodelcielou.blogspot.com.es/ o quede poco para terminar el primer libro no voy a continuar esta porque me quita tiempo D: Ahora me paso :3
EliminarBesos ^^